lunes, 5 de septiembre de 2011

Una curiosa historia


Un espíritu lo agarra,
y hace que grite
y que le den ataques
y que eche espuma por la boca.
Lo maltrata y no lo quiere soltar. (Lc 9,39)

Llevaba tres semanas padeciendo esta tortura, en los últimos días no me había movido de una esquina de la pequeña y oscura habitación que arrendaba.

Ellos me poseían, todo el tiempo me vigilaban, hacían ruido en mi cabeza, hablaban todos al tiempo, me daban ideas alocadas, buenas, santas, diabólicas, olores, sabores, sentimientos, imágenes, sonidos, recuerdos, canciones, preocupaciones, oraciones, fórmulas; todos al tiempo, hablando tanto que no decían nada.

Tanto, que ni siquiera podía entenderlo, también cuando pecaba, también cuando oraba, rugían con ferocidad en mis pesadillas aun cuando estaba despierto, me encerraban en pinturas abstractas, eran como demonios que me asaltaban, me atacaban. Daban una triste alegría, una dulce amargura, me estresaban y aburrían, eran antigua novedad, me engañaban con la verdad, me encarcelan con la libertad, me libertaban con la esclavitud. Eran reales en la fantasía, eran tímidos y abusivos, como un pobre acaudalado, como un lento acelerador, eran aceptada negación, eran desnudos acorazados, eran una falsa realidad, que no dejaba de seguirme, deseaba huir y no escucharlos, pero estaban en todas partes, no podía esconderme, no eran la mirada de Dios, ni los impuestos, eran algo más peligroso y mortal; eran mis pensamientos.

Unos rellenos de flacura, tan enanos como el Olimpo marciano, tan salados como la miel, tan cuerdos como la locura, unos gigantitos, y otros chiquitotes, eran impura pureza, eran triste alegría. Eran la sombra blanca de mi luz negra.

Un día se alejaron, no por atender mis gritos callados. Simplemente se alejaron.

Toqué silencio, saboreé vacío, oí blancura, olí inexistencia, vi soledad, pensé nada, justamente nada. Ya no me atacaban ¡ya no me seguían! ¡Era libre de ellos! No me alegré, cuando un miedo se aleja es porque viene uno más poderoso.

Yo tenía razón, venía a mí algo con más poder, un solo pensamiento, un pensamiento más grande que todos...

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